Las sociedades crean sus mitos en torno a principios y valores, concertados o impuestos. Yuval Noaḥ Harari en «Sapiens. De animales a dioses» cuenta la construcción de los tres ordenadores de la vida en el planeta: la riqueza (el dinero), los reinos (el poder), las religiones (la cultura), y explica cómo los tres corresponden a realidades simbólicas, representados por la palabra y la imaginación compartida, pues no existen en el orden natural, y si el homo sapiens desapareciera, se irían con nosotros.
Entre los muchos autores que trabajan la interacción entre la cultura, el psiquismo y el sujeto social, encontramos tres que nos pueden ayudar para acercarnos dulcemente a comprender al Ser en su relación con la sociedad y el poder, Lévi-Strauss que investiga sobre el espíritu humano y la unidad psíquica de nuestra especie en términos sociales; Freud, que mira al psiquismo del sujeto para explicar lo social. Lacan que sostiene que la realidad humana está organizada por órdenes simbólicos, imaginarios y reales, disponibles en la cultura de cada época. El cuadro estará completo si sumamos a Montessori, educando desde la niñez; Piaget, para que la persona construya a partir de información que ya posee y de la interacción con su entorno; y a Freire, con su educación humanista que procura la integración del individuo a su realidad social, perdiendo el miedo a la libertad. Creo que la conectividad y la Neurociencia (pensamiento, palabra y acción) como lo recuerda Alicia Landívar, resultan imprescindibles.
Todos ellos plantean el entendimiento de conductas, individuales y colectivas, conscientes o inconscientes desde pueblos primitivos que atribuyen causas místicas a los sucesos (LS) y la existencia de fuerzas inconscientes que motivan el comportamiento humano (F), terminando, todos, en la construcción de un mundo nuevo; el nuevo orden consciente y generador de felicidad reconocen un Tótem y un Tabú, expresado como Dios y Ley, en la consciencia y en la sociedad; «los tabús más antiguos establecen que el animal representado por el tótem no debe ser cazado y las relaciones sexuales entre los miembros del clan del tótem están prohibidos, prohibiendo así los más antiguos deseos de la raza humana: el asesinato y el incesto.»
A esta altura de la reflexión, incorporo al poeta brasileño Gilberto de Palma; el dice que las sociedades tienen en la comparsa de poetas, escritores, artistas y músicos, la última línea de fortaleza espiritual y ellos aparecen en el momento oportuno. Y cierro con las Conjugaciones 2 de Mario Benedetti: «Algunas claves/del futuro/no están en el presente/ni en el pasado
están/extrañamente/en el futuro»
Comprendo la aridez y complejidad de estas categorías para explicar el momento democrático en el que nos encontramos, pero su incomprensión y desconocimiento, en el fondo, es una de las razones que nos está arrojado a estas dificultades de anomia, confusión, y violencia irreflexiva.
En la Bolivia del Bicentenario, líderes autoritarios hacen lo que les place desconociendo al Tótem y violando el Tabú (incumplimiento del 21F, fraude electoral, elección indefinida, corrupción desbordada, complacencia colectiva con la violencia y el estupro) por un lado, y por el otro, una sociedad aparentemente sometida, que parece haber renunciado a la crítica y a la justa rebeldía.
Un escenario así, asumido y comprendido, puede convertirse en un espacio de disponibilidad social. Le toca a los líderes dar el paso de cualidad para buscar el rumbo democrático, planteando algo distinto al orden desastroso y de 10.000.000 de hectáreas calcinadas en la que estamos.
¿Seguiremos esperando que hagan algo diferente alguno de los 20 pre candidatos del Frente Democrático? ¿Seguiremos sometidos al desorden y la confrontación de Evo Morales y Lucho Arce que castra e inhabilita la democracia y moviliza el prebendalismo?
Ya pueden venir la poesía, la novela, la cueca, la chobena, el violín, el charango, el Duende y el Ajayu… estamos listos…




