Querida Jenny,
Me alegra mucho que tu nota anterior hubiera tenido algún efecto sobre el Presidente de la República hasta hacerle pedir disculpas, lo que de alguna manera expresa reconocimiento de culpabilidad.
Sin embargo, en ese afán de honestidad que deben caracterizar las relaciones humanas, tengo que decirte que discrepo contigo por el agradecimiento público que le haces como si hubiera sido un inmenso favor el que nos hace a las mujeres que nos sentimos ofendidas por sus expresiones y actitudes machistas con decir «pido disculpas». Me resisto a agradecer nada, porque no es una dádiva, una concesión o una gracia que nos concede el patriarca, es su mínima OBLIGACION como gobernante de controlar su lengua y sus modales.
Me preocupa que a veces las mujeres no podemos desligarnos del poder patriarcal y nos sentimos felices con las migajas de atención o cariño que dan los hombres. Me hace pensar mucho en las mujeres víctimas de violencia que vienen a la oficina devastadas de dolor físico y psicológico y en la primera que el agresor les dice «perdoname hijita, nunca más te vuelvo a pegar» ellas caen rendidas a sus pies agradeciéndole el favor que les hizo de reconocerse culpable, aún a sabiendas que en la primera oportunidad que se presente lo volverá hacer; todo como resultado del síndrome de mujer maltratada que padecen por años de violencia y sometimiento.
Como tu misma dices en tu nota, a renglón seguido de las disculpas, el Sr. Morales no tuvo ningún empacho en decir que no esta de acuerdo con las medidas de acción positiva, y aunque tu partes de la idea de que él no sabe de lo que se trata, tengo aclararte que si lo sabe y muy bien y si no esta de acuerdo es porque en este momento le resulta incómoda la igualdad y equidad de género. Tuvo a su lado personas que por más de una década le fueron ayudando a crecer hasta donde llegó y uno de los temás más trabajados fue precisamente el tema de género y derechos humanos que hoy le causan ulticaria, así que la lección pedagógica que le das no cambiará su retroceso por los rumbos patriarcales y autoritarios que ha elegido. Mas vale que las mujeres continuemos interpelando al poder patriarcal sin importar donde se encuentre éste ni por boca de quien se exprese, los machos y patriarcas se encuentran en todas partes y la tarea es no ser condescendientes con ellos.
Un abrazo,
Julieta
julietamontano@gmail.com
1 comentario
Querida Julieta:
«Todo tiene el color del cristal con que se mira». Tres palabras mágicas ayudan a que las relaciones humanas sean mejores: por favor, perdón y gracias.
Me parece que tu interpretación sobre mi actitud es excesiva. Pasarán varias generaciones antes de que las mujeres (y los hombres) nos desliguemos por completo del poder patriarcal, algunas personas avanzamos más rápido que otras en ese proceso.
No me contento con migajas, en ningún orden de la vida, si así fuera no le hubiera hecho al Presidente el vehemente reclamo que le hice.
Traer a colación el tema del «sindrome de mujer maltratada» a este asunto que tiene otro contexto de debate, es precisamente lo que yo llamo un exceso. Felizmente, no sufro de ello, me cuido debidamente, enfrento cualquier situación que pudiera acercarme a ese riesgo tan pernicioso para mi salud física y mental.
No he seguido tan de cerca el proceso de aprendizajes de Evo Morales, me guío por lo que afirma y percibo que no comprende bien por qué reclamamos una entidad sólida que tome a su cargo la responsabilidad estatal de desarrollar políticas públicas orientadas a eliminar todas las formas de discriminación contra las mujeres.
De mi parte, reafirmo mi compromiso de continuar interpelando al poder patriarcal y de mantenerme vigilante a sus múltiples expresiones, puedes contar con ello, mientras la vida me alcance.
Julieta, nuestras discrepancias sobre este asunto no tendrían por qué alejarnos de los objetivos que nos hemos trazado -tú probablemente antes que yo- porque pienso que ni tú ni yo hemos de ver destruído el patriarcado, pero estoy segura de que veremos cambios importantes. Es más, ya los vemos, nosotras no estamos en la misma situación de nuestras madres y abuelas, y espero que nuestras nietas se pregunten «¿Y qué querían esas viejas locas?». Para entonces, nuestras discrepancias resultarán anecdóticas.
Yo también te abrazo, compañera.