…te escuché en vivo por primera vez en el concierto que diste en la UNAM en México cuando todavía se llamaba Distrito Federal y acogía a la generación de los bolivianos que llegaron después de agosto de 1971, a quienes lo hicimos a comienzo del año 1980 y a quienes encontraron solidaridad después del 17 de julio… Vivíamos en El Altillo, Av. Universidad 1.900.
Varias generaciones caminamos con tus canciones que se volvieron himnos cuando ejercimos ciudadanía desde el 10 de octubre de 1982… El breve espacio en que no estás… De que callada manera… Yolanda… Yo no te pido… Para vivir… Ámame como soy… La felicidad… Años… Te quiero porque te quiero… El tiempo, el implacable, el que pasó… La vida no vale nada… Yo pisaré las calles nuevamente… Homenaje, que Sebastian cantaba y bailaba a sus 4 años, y que pedía a toda hora mientras gozaba con las vueltas del vinilo de tu álbum «Querido Pablo» junto a las voces de Chico Buarque, Ana Belén, Víctor Manuel, Silvio, Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Gal Costa, Fito Páez…
Una vez, sin vos saberlo, fuiste mi cómplice…
«porque así tenía que ser
Fue cuando las horas dormían su cansancio eterno
o simplemente la prolongación
de un relámpago frente al silencio.
Creo que fue igual
a la lucha que libraste espantando tus temores.
Pero fue.
Amaste y fuiste amada
mientras Pablo Milanés
cantaba solitario a media noche.»
«…como gota de lluvia y de tormenta…»
Fondo de Publicaciones Gilberto Molina Barbery, Editorial El País, febrero 1991, Santa Cruz, Bolivia. Pag. 65.
1 – Introducción de Gabriel García Márquez para el álbum «Querido Pablo»
Este disco es una casa sin puertas ni ventanas que Pablito Milanés lleva consigo a cualquier lugar en que se encuentre, solo para que sus amigos del mundo entero se reúnan a cantar; es una casa ambulante abierta a los amigos del mundo entero y de lenguas diversas, en las que solo se habla una lengua común, la música.
He tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy sé que no hay felicidad más pura que la felicidad de cantar.
En la casa de Pablito era imposible caminar por entre baterías atravesadas en la sala y saxofones sentados en las sillas. En cada cuarto un grupo cantaba lo suyo, en su onda, en su lengua y en la casa entera se terminaba por no haber más espacio que para la música.
Creo que así surgió la idea maravillosa de convertir esa realidad en esta experiencia masiva de un disco en el que todos cantan para todos o solo para sí mismos, cada quien en su idioma o en el del cuarto vecino en una tentativa feliz de derrotar por fin con el poder sin límites de la música, el disparate bíblico de la torre de Babel.