La Druida dirigió el encuentro. Dejando su soledad, lo hacía siempre que fuera necesario interpretar los acontecimientos de la naturaleza, mirar el futuro o preparar ungüentos y pócimas sanadoras del cuerpo y el alma; como guardiana del saber, era depositaria de la Historia y a ella acudía para buscar solución a las dudas que la gente le presentaba. Ella, aún sabiendo las causas y las razones, era prudente y no hablaba si no le preguntaban…
Esta vez, y después del desasosiego que había sufrido la Esperanza, convocó a los bardos en torno a la fogata para que la ayudaran a responder una incertidumbre que los arcanos le habían planteado:
«¿Cuánto tiempo debe transcurrir para que un recuerdo se convierta, definitivamente, en recuerdo?»
