Ramiro Antelo regala una crónica sensitiva y aromática sobre el café degustado en Tarija, que me resulta grato compartir. Gracias! Estas palabras son por el agradecimiento que generó la sorpresa.
La segunda parte tiene que ver con el reconocimiento hacia Cala, de una sensibilidad que tiene historia, charlas largas, otras pendientes y un recorrido que nos encontró bajo el rótulo de la Participación Popular. Y ahora, con café. Un abrazo!
Hay un café de arte y cultura en la calle Corrado en Tarija. Hay muchos en realidad y tienen buen arte. Este también, pero además tiene un buen café. Decir buen café es quedarse cortos en el relato. Hernán Ruiz, quien atiende al visitante, tira lo granos a un molino eléctrico que tiene en el mostrador y comienza la magia y la conversación. El olor es espectacular. El grano viene de Caranavi. Los selecciona y embolsa alguien en La Paz y llega a Tarija perfumado y con todo su sabor intacto.
Fui allí por la simple razón que me dijeron que había un libro en un estante, escrito por Carlos Hugo Molina, el reconocido intelectual boliviano (Vive en Santa Cruz) que se titula: Un cafetal del Tamaño de Bolivia. Me entré al libro armado con una taza de café yungueño y salí una hora después. Qué libro bello. Preciso, al grano (de café en este caso) con datos irrebatibles y argumentos monumentales. Al final, me quedó en claro que el Café es como el vino, reúne a las personas y hace que las conversaciones fluyan y los sentimientos mejor todavía. Los bodegueros del Café son igual gente de trabajo en quintas rurales, que le ponen poesía a su trabajo. Los moledores, seleccionadores y etcéteras, tienen también que ser de olfato fino y entrenado. Los bebedores también deberíamos serlo. El que entra al mundo del Café se adentra en una cultura que tiene los mismos rasgos que la cultura del vino, es sorprendente.
En torno al café florece una cultura que huele a lluvia, a tierra mojada, a verde profundo, a inteligencia y cariño. Una cultura con mucho de sudamericana y con mucho para crecer. No necesita el cafetero/Cafetalero ser latifundista, para meterse al negocio del café. Un par de hectáreas y listo, la persona pasa a formar parte del mundo mágico y hermoso de cultivar y beber café.
Bolivia tiene las, mejores condiciones para ingresar a ese mundo. Cada ciudadano tiene una oportunidad cercana para volverse cafetalero y pasar a otra dimensión en su vida laboral, el Café es una cultura, que incluye también la parte económica. Lo de Carlos Hugo es una cruzada para que despertemos e ingresemos por esa puerta. El café genera riqueza y con eso se combate la pobreza. La exportación de café, de lejos es más atrayente y rentable que el mito del Litio. El litio y sus afines solo generan corrupción, la economía del café de base social amplia y sostenible y el mercado mundial está con las puertas abiertas a nuestra calidad. La economía del café es democrática y admite miles de productores que se colaboran entre sí.
El café es una cultura universal, no hace falta anotarlo, es una cultura que se retrata en el clima de la canción de Piero que dice: tomamos un café y después otro café…
Ramiro Antelo