Sincerémonos y reconozcamos que el consumo de la hoja de coca llegó más allá de sus ámbitos culturales y ceremoniales tradicionales y territoriales; necesitamos, por lo tanto, la regulación de su consumo para superar el descontrol de sus consecuencias y la incomodidad que está generando en el espacio público:
a) con quienes no comparten su práctica,
b) la impertinencia en oficios y trabajos que tienen contacto social permanente (transporte público, servicios, lugares cerrados), y
c) por los desechos que produce.