Los poemas que voy a compartir y recrear, fueron contados 4.000 años antes. Los recogió Germán Coimbra después de 40 años de buscarlos, y se publicaron en “Estrellas del Amanecer”. Esta es una Historia de sentimientos, de un Pacto y de un Pueblo. Me he prestado sus palabras y le he puesto otras mías para que sumando las voces, venzan la distancia y nos ayuden a desentrañar las ocurrencias futuras.
El Principio preparó el Final, pues sabía que vendría. Era el tiempo que los poetas profetizaban y aunque en ese tiempo el amor no se había inventado todavía, las gentes sabían del beso y la construcción de pueblos en las estelas de las estrellas.
Por eso se encendían fogatas por las noches, para sumar una luz en la tierra a los caminos de los cielos.
Los hombres eran pequeños bajo los árboles viejos o cuando tenían que mirar los luceros. Pero crecían gigantes en las llanuras eternas gracias a la gota de un sol ínfimo y pretencioso frente al Infinito, que los hacía alcanzar la distancia con la sombra.
Dicen que las preguntas que se hacían en esos tiempos, eran las mismas que nos hacemos ahora. Estaban las dudas sobre la soledad, la tristeza, la música y el silencio.
Se pedía permiso a Dios a la hora del sacrificio de las presas; y las bestias sirvieran para alimentar sin que el espíritu de la presa entrara en sus cuerpos.
Aprendieron a sembrar la risa que se desparramaba en los vientos y en el agua.
Trabajaban con el barro que era moldeado por los pensamientos, jugando con las formas; dejaban incógnitas para que, cuando llegaran estos tiempos nuestros, viéramos sólo las formas y tengamos que descubrir sus sentires.
Las flechas se utilizaban también, para rasgar el firmamento y obligar a la negrura dar paso a la línea que hacía alumbrar más a los luceros. ¿Acaso, todo no fue tan bien hecho, que sigue como hasta ahora, el amanecer de todos los días?
Había un presagio. Algo pasaría que estaba escrito en el canto de los pájaros y que los Dioses guardaban para que sea averiguado. No se sabía que era, pero llegaría.
Se le dio forma y color a una creación que conocemos con el nombre de orquídea, pintadas con los colores que la vemos ahora, y que habían sido puestas entre las piedras para que fueran descubiertas. Y florecieran en octubre, que en esos entonces octubre no se llamaba así, pero se sabía que cuando pasara una Luna más, empezarían las lluvias…
La eternidad nacía y moría todos los días, y decían que por eso, no podía ser eterna.
Los hombres se vestían como tigres para defender al bosque, y sólo cuando dormían volvían a ser hombres; dicen los poetas que eso era un secreto que los hombres lo sabían por mandato de los Sacerdotes; pero que las mujeres lo habían descubierto y lo guardaban en su inteligencia, para hacerles creer que no lo sabían.
Al frío, cuando llegaba, se lo dejaba pasar para que no se quede. Había la guerra que restablecía respetos y territorios. Se compartían palabras para evitar desilusiones entre la gente; una vez, dos amantes fueron convertidos en piedra para que vivan juntos, siempre.
Otras veces, el Amor se expresaba con los ojos y se lo describía como dos nubes blancas, que el viento, en el cielo azul, convertía en una sola nube blanca.
Las mujeres eran hermosas con sus cuerpos robados a las formas de los ríos. Y a veces se atrevían a dejar sus huellas en la espalda marcando surcos apasionados.
La vida y la gente se subían a las canoas y los remos revolvían los momentos, formando remolinos y provocando circunstancias; la muerte y las fiestas, la bienvenida y los adioses, congregaban los decires de los cuales nacían los sentimientos.
Dicen que los cuerpos cambiaban y las personas seguían siendo las mismas, en otros cuerpos. Las palabras decían cosas mágicas que todavía no sabemos que significaban. Quizá no es tiempo, todavía.
Cada uno debía construir su canoa, para cruzar el río después de la muerte.
Un tiempo llovió durante dos lunas, y más. Las aguas subieron por culpa de un turbión que venía del sur que hizo que todos los animales, uno a uno y en perfecta armonía, buscaran protección en los árboles; fue cuando se pidió agua después de una sequía y el cielo fue rasgado tan profundo, que el agua llegó junto con la muerte. Dicen que los ríos perdieron su cauce y toda la tierra se volvió cauce.
Cuando las aguas bajaron, y los Abuelos volvieron a conversar con sus pensamientos, se hizo un pacto de nunca jamás volver a provocar a los cielos.
En un cerro de piedra se sembraron ese invento que se llama Orquídea, para cuando florecieran, como un pacto, supiéramos que no habría de nuevo otras aguas sin sosiego. Cuando el color gana al monte, se reconcilia la distancia con el agua. La tierra de estas ocurrencias, era colorada.
Hasta aquí, lo que nos dejaron los Poetas. Hemos descifrado algunos enigmas:
1. La Tierra, hoy, sería el espacio que llamamos como Chiquitos, y la Historia de ese pueblo es el que hoy conocemos como Chiquitanos.
2. El cerro del Pacto de las orquídeas, es El Encanto.
3. La Profecía, se ha develado totalmente; era el encuentro con tribus de gente distinta que vendría de la otra orilla de un Río gigantesco para cruzar sus saberes; si le ponemos fecha cristiana, sería el 26 de febrero de 1561, por la noche. Al día siguiente, se escribiría una nueva historia bajo el nombre extremeño de Santa Cruz de la Sierra, como un pueblo que se asumía cruce de la distancia con la tierra y aprendió a vestirse de mestizo.
4. Hoy es un territorio con un pueblo de puertas abiertas, con música, tejidos y voces de niños y sonrisas de viejos sonrientes que se llama Concepción, donde han aprendido, y lo comparten, a vivir en el Paraíso y sus alrededores. Si miramos el mapa de los sentimientos o lo hacemos desde las alturas, veremos como la naturaleza en medio de las piedras y los ríos, ha dibujado una Orquídea que sólo puede caber en la siembra cotidiana del Amor y la Esperanza.
Carlos Hugo.
6 comentarios
GRACIAS, Carlos Hugo!!!
Son expresiones que motivan no solo el espíritu, sino tambien las ganas de no perderse el próximo evento!!!
Genial!
Gracias también! Esperamos lograrlo entonces al Festival.
Un abrazo.
🙂
Pucha Carlos Hugo esa es melodia pal alma, eso es regocijo puro en una epoca de congoja, eso es transitar lo inimaginable, explicar lo imposible y servirlo en la mesa de cualquier humilde comensal.
Que maravilla compartiste con nosotros, un homenaje personal al trabajo fecundo de Don German Coimbra, grande entre los grandes don Chichi.
Casi me hiciste llorar che!
Me brindaste un pedacito de cielo, mil gracias.
Un profundo Abrazo
La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?
Gracias y adelante con el espacio.
Qué cosa más bonita Don Carlos Hugo. Leo y releo y me suena a serenata. Sólo que con puras palabras.
Me las voy a prestar para enamorar a quien corresponda. A mis años y a mis achaques, siempre habrá una ninfa que me quiera bien. ¡No me rindo!
Este pedazo de rincón tiene mucha magia y mucho sentimiento. No agradezco porque aquí hasta las «gracias» se achican. En todo caso, pucha que hace falta hablar de cosas importantes. Lo demás, no es que sea de menos. Pero mientras haya amor, siempre habrá esperanza. ¡Y eso no tiene vuelta ni precio!