Esa parece ser la línea de reflexión que está adoptando esta última obra del polifacético y prolífico escritor, Oscar Barbery Suarez.
Para gusto de quienes nos gusta el teatro.
Entre las artes escénicas y visuales, el teatro seguirá siendo la más cercana a la vida cotidiana. El cine y la televisión necesitan de la espectacularidad lejana de luces, sonidos y efectos especiales para conducir nuestra atención. En el espacio del escenario, se juegan el guion, la experiencia del director, la habilidad de los actores y un decorado funcional. Y en esa combinación, Lulú, logra su cometido.
Quien quiera a través de la obra desarrollar argumentos filosóficos sobre la prostitución, puede hacerlo. Habrá quienes se verán arrastrados por la ironía contundente de los parlamentos que, en una combinación de poesía y respetuoso lenguaje de putero, recrean la vida cotidiana de una inequívoca ciudad de Santa Cruz, en una dimensión mundial pues la actividad tiene esa dimensión. Habrá quienes, yo entre ellos, iré al teatro por el gusto de ver un esfuerzo bueno y nuestro, más o menos como el café que siguió a la obra.
La invitación era irrechazable. Guionista, director y actores provocaban la curiosidad científica que demostraría que la producción material tendría un resultado que sólo podía ser bueno. Y así fue.
La recuperación de la canción “Hola Lulú” de Oswaldo Vincenti interpretada con Los Daltons, resulta siendo otro acierto… ha vuelto a escucharse, por su cuenta.
Oscar, tus obras son como vos. Gracias!